Recuerdo el frío; de febrero; del norte; el gélido viento erosionando mis esquinas; el sol mudo y pálido contemplando mi naufragio; los pies trazando un surco de resistencia, acercándome sin remedio a la sima del dolor; la rampa, la puerta que cede a mi presión; la melena de mi hermana me envuelve el rostro y nuestras lágrimas se hacen compañía en el abrazo.
Recuerdo los siguientes pasos; tristes, ineludibles; la sala inmensa y su figura menuda, ingrávida, recortada sobre el fondo de la cortina azul ; ausencia; dolor: dolor primigenio; sobrecogedor. Y la paz, en cada una de sus partículas más fundamentales recorriendo su gesto, ahora extraño y fugitivo, permitiendo conciliar su pretérita agonía con mi futuro vacío.
Y recuerdo las horas siguientes ; fragmentadas; mal trazadas; la tristeza de mi madre jugando con su entereza; la sucesión de rituales pautados; y esa certeza aún esquiva gruñendo con estridencia la pena sentenciada.
Y no recuerdo la primera vez que le ví.... debo resignarme a la última; por eso callo, me escondo hacia mí y salgo de nuevo al escenario; pero el duelo duele, se escarcha en las venas y crepita en el aire; lloro, y le quiero, quiero mucho a mi padre.
FIELES Y NOBLES AMIGOS
Hace 22 horas