Una fina capa de polvo, la misma que se incrusta en todas las ciudades que merodean un desierto, me envuelve como una pantalla granulada… sin embargo, las emociones saben indagar en las grietas, por donde la curiosidad me lleva a recorrer HALAB (Aleppo).
Asfalto nuevo, calles que parecen viejas, un cielo moteado de minaretes esbeltos, a cuyos pies, casas de tejados planos, adobe y cemento, se postran humildes, como rezando en secreto; Tráfico caótico, estridente, puestos de comida, ojos que andan sujetos a un velo casi siempre negro, olores extranjeros para un olfato educado en occidente y los pasos embrujados al pisar un zoco viviente.
El sol resbala apresurado y permite a la noche extender su abrazo; es la hora del baño, público, un ritual mágico que perdura en ese medio oriente como el tiempo detenido, una llamada al diálogo. Las mujeres al fondo a la derecha, con horario pautado, toalla de algodón y chanclas de colores, música de agua, nubes de vapor que trepan hasta la inmensa bóveda con mil ojos por cuyas pupilas se precipitan haces de luz alunada. Ríos de jabón dibujan en mi piel la orografía de una mujer milenaria, complicidad femenina más allá de razas y madres patria, intercambio de risas, gestos, alguna mirada que instaura el auténtico vocabulario que sólo sabe interpretar el alma.
Y miro, y no me veo… pero me siento, difusa, volátil, al mismo tiempo con peso, específico, ensartada en el suelo de mármol, como una escultura que renace caprichosa, entre extrañas, feliz, generosa, mucho más que agradecida… y recupero el entusiasmo por disfrutar de las pequeñas cosas.
Aún con esa paz aprehendida, relego mi mundo a la última fila, desubicado por ese intenso aroma de oriente, pequeños sorbos de té dulce, y se me construye un nuevo argumento para no olvidarlo, para no perderme de vista.
Asfalto nuevo, calles que parecen viejas, un cielo moteado de minaretes esbeltos, a cuyos pies, casas de tejados planos, adobe y cemento, se postran humildes, como rezando en secreto; Tráfico caótico, estridente, puestos de comida, ojos que andan sujetos a un velo casi siempre negro, olores extranjeros para un olfato educado en occidente y los pasos embrujados al pisar un zoco viviente.
El sol resbala apresurado y permite a la noche extender su abrazo; es la hora del baño, público, un ritual mágico que perdura en ese medio oriente como el tiempo detenido, una llamada al diálogo. Las mujeres al fondo a la derecha, con horario pautado, toalla de algodón y chanclas de colores, música de agua, nubes de vapor que trepan hasta la inmensa bóveda con mil ojos por cuyas pupilas se precipitan haces de luz alunada. Ríos de jabón dibujan en mi piel la orografía de una mujer milenaria, complicidad femenina más allá de razas y madres patria, intercambio de risas, gestos, alguna mirada que instaura el auténtico vocabulario que sólo sabe interpretar el alma.
Y miro, y no me veo… pero me siento, difusa, volátil, al mismo tiempo con peso, específico, ensartada en el suelo de mármol, como una escultura que renace caprichosa, entre extrañas, feliz, generosa, mucho más que agradecida… y recupero el entusiasmo por disfrutar de las pequeñas cosas.
Aún con esa paz aprehendida, relego mi mundo a la última fila, desubicado por ese intenso aroma de oriente, pequeños sorbos de té dulce, y se me construye un nuevo argumento para no olvidarlo, para no perderme de vista.
Foto: hammam en Aleppo (Siria)
18 comentarios:
Que placentero me resulta.
Tienes una extraordinaria habilidad para recrear y divulgar tus viajes.
Además lo haces de forma muy atractiva.
Dan ganas de irse allí de forma inmediata.
Besos.
Parece fácil, pero recuperar el placer por las pequeñas cosas y disfrutar de ellas, es una de las misiones más difíciles en las que nos empeñamos, pero no debemos parar de hacerlo.
Un abrazo
Que pena, amiga, que Oriente y Occidente, cada vez, estén mas separados...
Un abrazo, bellisimo el relato, y tremendamente sugerente.
Pues sí, yo ya estuve en la India y en Madagascar y en Siria, y todo por ti, contigo que no te pierdes, contigo y con tu curiosidad, con tus ganas de disfrutar las cosas senciallas, contigo, amiga del alma.
Un beso.
Chapó. ¡Qué extraordinaria descripción! Qué bien escrita.
Una manera de perderme lejos de esta ciudad y de este mundo, para trasladarme a un sitio a la vez tan lejano y cercano.
Sigue escribiendo estás cosas, son más necesarias de lo que crees.
Bella descripción del hammam.
Nos hace sentir a todos personas milenarias.
Bien se ve que tus viajes son algo profundo.
Gracias por aflorarlos.
Besos.
Magnífico y plancentero texto, donde la paz se instala en el interior a medida que vas leyendo,
ha sido un placer pasar por tu casa
que tengas una feliz semana.
un abrazo.
Querida Ilia, he rememorado un baño en un hammman de Estambul. Las toallas, los agujeritos en el techo, el mármol, tibio por el calor, la complicidad femenina...
Y un viaje que tengo pendiente por Siria, gracias por traérmelo.
Un abrazo, sonrisas siempre.
es bueno encontrarse y reconocerse en cualquier lugar del planeta porque siempre es bueno salirse de una misma para verse desde fuera, y corregirse todos los errores, que de otro modo, no veríamos.
biquiños,
Qué suerte tienes de haber sido esculpida , de renovarte de esa manera .
Gracias por contarlo tan bien .
Me encantan estas percepciones de viajes; casi diría que estos momentos se disfrutan más leyéndolos, como una sinopsis sensual. Por mi trabajo, tuve la ocasión de ver en la Alhambra de Granada, unas instalaciones, que al menos en esa época, no eran accesibles al público visitante. Recuerdo lunas caladas en una bóveda que era la única iluminación del recinto dedicado al baño. Seguramente era muy relajante disfrutar del agua en esas condiciones; una pausa a tensiones que se me hacen improbables para nuestros días enloquecidos.
Me gusta viajar así, llegar sin las incomodidades del viaje al meollo del placer y el gusto por lo exótico; y encima, entrar en el baño de las mujeres sin recibir siquiera un capón. Gracias.
Dam ganas, muchas ganas, de escaparse allí.
Buen texto.
Es una lástima que hayamos perdido unas costumbres tan sanas, no sólo por la higiene, también por la función social que tenían los baños públicos.
Por otra parte, muy bello tu texto.
Besos.
Describiendolo tan bien haces que le den ganas a uno de viajar a sitios donde nunca habría querido viajar.
Un beso.
John W.
Qué texto tan bonito Ilia y que relajante.
A mi tambien me gusta mucho el placer del baño en un hammam, y tras leerte parece que lo hubiera hecho,
Besos
Que agradable sería lograr mimetizarse con la mentalidad o comprender la manera de ser de oriente, una forma de enriquecerse mentalmente y poner en jaque los valores occidentales.
Sensorial suceso el narrado.
Salutes!
Hay veces que me pierdo de vista y todo lo que me envuelve parece demasiado grande para recorrer. Es cuando hay que mirar hacia lo pequeño o inexorable interior y darse cuenta de lo transitorio de todo.
Tu relato me hizo llegar hasta aquí y me hizo reflexionar sobre lo sencillo que habría de ser todo.
besos
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