Hoy, el dolor intentó arañar la suave capa de mi burbuja azul; noté su garra despiadada ,pero supe apartarme a tiempo. No cambió la realidad, simplemente me permitió seguir flotando entre el anuncio de un inminente desastre y el suave baño de luz que me proporciona esa recién estrenada serenidad. Nada me es ajeno, pero casi todo me resulta extraño; quizás esté aprendiendo a establecer con asombrosa facilidad un pacto de no agresión con los miedos, propios y ajenos, y pueda acariciar mis paredes interiores, libres por fin de carteles tóxicos
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