Casi 18 meses esperando, bueno mejor, temiendo la cita, ineludible por otra parte; ser mujer en esta sociedad, también conlleva esto….
Papel reciclado ,un número de historia y una fecha 19 de junio 18:30.
Calma en el hospital, nerviosa y resignada, me acomodo en la sala de espera. Intento imaginar paisajes, lugares que me lleven a otras sensaciones… mientras paseo mi mirada por ese rincón femenino. Conversaciones a media voz y miradas furtivas a la puerta…. y al reloj.
Pronuncian mi nombre…
A partir de ahí, desencuentros en primera fase….
Tras sus gafas y su pantalla, una mujer joven, dispara a bocajarro las preguntas que conforman su rutina laboral; correcta e impersonal, teclea mis respuestas, apocadas e inseguras, rellenando un absurdo formulario tan típico que me hace sentir anormal.
Me mira pero no me ve, pregunta, pero no le importa… y yo me siento cada vez más pequeña y vulnerable, desgranando mis asuntos internos desde el otro lado de la mesa…. desde otro mundo.
Me explica el nuevo protocolo, que sin lugar a dudas ha elaborado el departamento de finanzas de la seguridad social ( es que el nombre ya da para un libro)… y auguro tiempos peores.
Tras la cortina azul, me espera ese artilugio de torturas dónde la dignidad tiende a tambalearse; sus gafas, que nos sus ojos, asoman entre la sábana blanca y mis piernas; su ayudante, revolotea inexpresiva, ausente … yo, casi desaparecida.
Se lleva un pedacito de mi, y ya me ha olvidado.
Termina el ritual, me recojo y abandono la consulta.
Han sido 5 preguntas, 15 minutos y ya adquirió el derecho a opinar sobre mí.
Mi historial y unas cuantas células, emprenderán de nuevo el viaje al anonimato….siempre y cuando en 21 días no pase a convertirme en una paciente “no sana”.