lunes, 21 de junio de 2010

las horas




Y el verano que no llega, aunque los turistas parecen ignorarlo; se deslizan hasta el mostrador de la recepción con su sonrisa de inminente estreno vacacional, me apuntan con su pasaporte, y se inicia el espectáculo, basado principalmente en la recopilación de datos y frases aún poco fluidas en mi inglés entrecortado, una especie de diálogo entre dos walkie-talkie de frecuencias distintas. Pero sonrío, les muestro el plano, explico horarios, infraestructuras, me enternezco ante esos bebés increiblemente rubios.... y vuelvo a sonreir. Guardo ficha y pasaporte, me arreglo la camiseta del uniforme.... y me preparo para el próximo asalto.


Salgo a fumar a la esquina junto a la papelera, mientras observo el escenario de mis horas. El mar a mi espalda voltea su melena de espuma , que cae ya en un desmayo sobre la alfombra de arena, en el cielo saltan los colores de las velas de kitesurf , nerviosas y divertidas por el zarandeo constante de un viento fuerza 7 . Vaivén de bicicletas, perros hermosos y extranjeros, como sus dueños, adolescentes granulados, la chica japonesa del "infopoint", musculados windsurferos, ancianos con barrigas cerveceras, familias aparentemente felices... y el verano que no llega.


Vuelvo a casa ... recorro embebida por la luz de una tarde fría y luminosa esa línea casi recta de escasos 25 km. y llana , con las ventanillas cerradas y la radio desplegando sus lazos de calma y compañía.


No es tiempo de cuestionarme. Pervivo en la certeza de andar un camino necesario, relativamente amable y por encima de todo fruto de una decisión de la que me siento absolutamente responsable.
Fotos: camino del trabajo.

martes, 8 de junio de 2010

sin comentarios

Una buena noticia: tengo un trabajo estable (como dice Reyes) de cuatro meses.
Lo que va a tardar en llegar e irse el verano que en esta costa nordeste se resiste a mostrar su cara más amable.
Trabajo en un cámping frente a una hermosa y larga playa, pero casi nunca veo el mar, sumergida en la pecera de la recepción, ocho horas hablando raro, en esa especie de delegación turístico-festiva de la ONU.
Una noticia natural: mi cerebro anda embotado y solo acierta a pensar en reservas y cómo destrabar mi lengua a cada intento por rescatar el inglés que alguna vez aprendí.
Una noticia molesta: además, mi ordenador está pasando por una fase místico-comprensiva y ha ralentizado sus operaciones a un límite insostenible, de tal forma, que no tengo tiempo para curiosear en vuestras casas, y columpiarme en mi paseo diario por nuestros lugares comunes.
Y una conclusión evidente: De momento no puedo dejaros mis comentarios porque no dispongo del tiempo necesario, el que me gusta… para saborear y luego expresar. Sé que será una situación de tránsito, pero no puedo dejar de echaros de menos y notar que cada noche se me ahueca un poquito más ese rincón del alma, que os dedico.
Eso si, mi sonrisa ahí queda.