Recibo sin proponérmelo, desde hace unas semanas la visita pegajosa de un gusano sin patas, que encontró un hueco en algún rincón de mi casa por el que se dedica a ir soltando sus babas.
Resulta que escribe raro, un sinuoso rastro de símbolos hermosos a primera vista, con marcado acento asiático; y de vez en cuando fotos, de rostros femeninos, ojos rasgados, bocas en perpetua sonrisa pero de esas diseñadas.
Y me enfado en un primer momento, con mi libertad vulnerada, busco los recursos y en un alarde de fuerza, lanzo un toque de atención, echo voces por la red, de su allanamiento de morada, pero es inútil, se ríe de mis argucias, sigue reptando impune, segregando mensajes inútiles , escalando por mis palabras.
En momentos como éste, recuerdo la cantidad de veces que he dejado para otra ocasión, ese curso de informática, pero no puedo rendirme ahora , porque el gusano ya lo ha contado a infinidad de amigos, familiares y véte a saber a cuántos….
Habilito a medias el moderador de entradas, un segurata en mi puerta, que conoce a los amigos, pero me permite dar un paso más en esta absurda batalla.
Ya abro de nuevo con calma las ventanas, la puerta, cortinas y persianas, pero allá en la esquina, mantengo atenta la mirada por si se cuela de nuevo algún que otro elemento hostil a darme la lata.