miércoles, 28 de octubre de 2009

maldita conciencia

Salgo en busca de la independencia, en esa mañana de sábado que huele como nunca a arena de playa, decidida pero sin estar convencida, para ahuyentar los mordiscos de un caos que en mis afueras araña los cristales sucios de mis cosas, de mi casa.
Ya en el parking la tormenta se anuncia en forma de larga cola, de miradas demasiado ávidas a una hora tan temprana, autómatas compulsivos buscando la pieza perfecta que simule al menos una vida con proyectos, en continua reforma, la enésima oportunidad para comprar una república particularmente diseñada.
Las flechas amarillas apenas si subsisten en un suelo poblado de pasos, ríos de almas repartidos por mil ambientes ficticios, salones con pantallas de plasma, baños inodoros, cocinas sin manchas de grasa, dormitorios sin sueños… pero un escenario apetitoso al fin y al cabo.
Niños del primer mundo haciendo piruetas sobre colchones de látex, cortinas tejidas por manos de niños esclavos, mesas de colores más baratas que una vacuna en Africa…. Y yo me contradigo, me arrastro hechizada por un cojín rojo, una vela con olor a vainilla, otra lámpara para mi mesa, el cucharón que me falta…
Y también compro el armario, y esa caja tan bonita, y regreso a la primera planta en busca de esa barra color cava para colgar mis faldas; la contradicción me alcanza de nuevo camino de la caja, exhausta, pago mi tributo, pacto con mi conciencia, me lo explico pero no me entiendo, y sigo sumisa el ritual trazado.
IKEA, evidentemente, me da las gracias.

martes, 20 de octubre de 2009

Un universo en danza

Rosa es mi hada maestra, que baila hasta cuando habla, en ese susurro cadente de gestos y palabras; cada movimiento es una emoción que continúa más allá de sus manos, me encuentra y se enreda suavemente hasta tocarme el alma.
Dos veces por semana, midiendo el tiempo con música, buscando mover ese cuerpo sin bisagras, localizando nudos, grietas y barreras, empujando músculos, desenredando hilos de acero , propiciando una entrada diminuta, un descuido de mis fantasmas para notar cómo por dentro mi cuerpo suena distinto, arrullando mis parcelas estancas, iluminando los más secretos rincones con latidos y colores, saber que el movimiento que oscila en el puro centro de mis esencias, prolongará un eco de vibraciones, que a su debido tiempo, me explotará por los poros y se convertirá en mi danza.
Y descubro que mi cadera puede moverse pausada, como si unos delgados hilos tirasen de ella, trazados con tinta invisible, pero que de forma directa se deslizan casi imperceptibles desde un cd. lleno de sonidos exóticos; y vuelvo a descubrir en mi cuerpo que los hombros tiene vida propia… y los muevo, perezosamente sintiendo el cosquilleo y un suave batir de alas de mariposa que aligera un peso oxidado, desatando el lazo de los temores, las penas, algunos rencores, y un ánimo fosilizado.
Ya llegó la magia a mis dominios, la oscuridad escampa, apenas me muevo por fuera, y sin embargo todo un vocabulario femenino crepita y se reparte en mi nuevo universo en danza.

jueves, 15 de octubre de 2009

si, quiero

Cuando Héctor cruzó su primera mirada con Virginia, su piel sin manchas olía a polvos de talco, las frases eran cortas, las manos con arena, y los pasos estrenaban zapatos. El parque delimitaba su universo, y los días seguros se sucedían entre palas, cubos, rodillas con rasguños y lágrimas blancas.
El primer septiembre con libros, les llevó agarrados de la mano a la escuela, con los nervios como pequeñas culebras aguijoneando la barriga, bajo la atenta mirada de sus madres-ángeles de la guarda.
Compartieron apuntes, el cielo en el mismo barrio, los primeros pitillos secretos, sonrisas con ortodoncias, y la vida que les iba creciendo con titulares de estreno.
Héctor cedió primero al embrujo de la noche, con aliento a botellón y canutos de camaradería. Cayeron las horas de estudio al fondo de la mochila, las risas ya no eran propias, nacían desbordadas tras la alquimia de trapicheo buscada por las esquinas ;fueron años difíciles, de seísmos internos y mutaciones en unos cuerpos que libraban mil batallas diarias, el desasosiego prendido en la garganta, pero compañeros hasta el infierno.
Los celos brotaron en Héctor cuando la primera curva se dibujó bajo la camiseta de Virginia; no repararon en ello, porque uno casi siempre se lo callaba, y otra, lo achacaba al instinto protector de su alma más cercana. Aunque él en su interior más oscuro fabricó los fantasmas traidores que adquirieron en propiedad un rincón de su cerebro.
Llegaron el sexo y los contratos basura, casi al mismo tiempo, cada uno por su lado pero con la certeza del otro en su horizonte más inmediato; él de operario en NISSAN, ella cajera en un supermercado; él con chicas calcadas a Virginia; ella, refugiándose en la protección de hombres vestidos de adulto.
Hubo algún amago de noviazgo entre Héctor y la vecina del cuarto, pero salió mal la cosa, quería hacerle padre demasiado pronto y él sintió un lazo acerado cercenarle las ansias de salir del barrio, de la fábrica, de un mundo demasiado estrecho y optó por cortarlo. Hubo llantos y negociaciones que bajaban desde el cuarto piso al rellano del entresuelo, pero Héctor ya andaba de nuevo en la noche buscando arrimado a una cerveza la llave de una vida más ligera.
Virginia por su parte, formalizó un roce inofensivo con un agente de seguros que la arrullaba sin chispa pero ahondaba en la promesa de un futuro calmado, coherente y aceptado.
Eso disparó en Héctor la certidumbre de sentirse abandonado, excluido por primera vez del dúo inquebrantable que desde siempre habían mimado; Y aquí los fantasmas crecieron, le estrangularon el alma, esculpiendo en su misma frente que sin Virginia sus pasos se volvían blandos, el mundo se desplomaba.
Los años se clavaron en Héctor como una nube de metralla, siempre grises, punzantes incluso cuando, ahogado por espectros coleccionaba botellas en todas y cada una de las barras que encontraba hasta llegar roto a casa.
Cuando Héctor cruzó su última mirada con Virginia, el saludo fue lejano, tan ajeno, casi forzado, mientras ella se agarraba del brazo de su destino asegurado.
La autopsia determinó que el cuerpo de Virginia llevaba 13 horas sin vida cuando la encontraron enroscada en su vestido de princesa, un velo blanco manchado y tan sólo 14 horas después de haberse casado.

lunes, 12 de octubre de 2009

la vida en azul

Voy a tener la mirada sólo azul, porque el negro de los días amenaza con quedarse, pateando el optimismo.
Porque me harta saber que Millet se arrepiente cada día más, que a Berlusconi le retiran la inmunidad y sigue teniendo 500 abogados a su servicio, que el caso Gürtel sigue lanzando metralla, y Camps sin arrugas en el traje, que Africa siga escupiendo cadáveres “sin papeles”, que la sangre pinte las palabras que vienen de Afganistán y aunque sea “roja” no mueva ni la mitad de almas que 12 cuerpos deportivos encumbrados en la gloria mediática….
Porque me cansa pensar que ya nada nos afecta, a menos que ocurra en el descansillo que queda justo tras la puerta que nos ampara del resto del mundo, o puede que todo nos incumba demasiado y sólo sepamos sobrevivir escampando la tormenta deslizándonos sobre la superficie inocua.
Y porque me sobrepasa la insistencia del Sr. Windows, que lleva toda la semana recomendándome la instalación del nuevo Internet Explorer 8 a pesar de apoyar hasta el codo en la opción “no volver a recordármelo”.

Fotos: Chaouen, Marruecos.
Procedencia: Mi cámara, mi mirada.

martes, 6 de octubre de 2009

embruja2

Abandoné por unos días el bordillo en el que habito, y dejé que octubre me recibiera en el aeropuerto de Sevilla; tras un vuelo de bajo coste, en el que la correcta presurización de la cabina no entraba en el precio, una cálida noche de verano nos acompañó hasta el corazón del barrio de La Macarena; constituíamos una entramado puzzle de 2x5 + una.
Cerca de la medianoche, saboreamos las primeras tapas, la amabilidad de los camareros, la vida en la calle, las risas, las cervecitas, la comunicación en palabras grandes, y el agua para la pastillita, (cada un con sus achaques) que el cuerpo ya no aguanta, porque sigue siendo el mismo desde tiempos inmemoriales.
Dormir pocas horas rodeada de azulejos en la cabecera de la cama y luego….en los nombres de las calles, en las plazas, en las tiendas, en los suelos, en las esquinas, incluso rozando mis manos, hasta dejarme el corazón bombeando en colores.
Los pies curiosos subiendo y bajando, músicos a cada paso (me acerco a uno y le digo: me gusta cómo cantas, y él entre acordes me regala un gracias), palabras andaluzas, acentos del sur con sol y magia, caballos y la Giralda, el arco iris en cada unos de los ojos de la catedral donde unos hablan con Dios, algunos veneran imágenes y todos miran a través de sus cámaras.
Las terrazas para la charla, un calor sofocante, se permite fumar en casi todos los bares , el plan E en su línea despanzurrando aceras, calles y plazas, turistas de medio mundo, el Guadalquivir y la noche de Triana; pocos candados de amor tintinean en el puente (la municipalidad ataca), que por aquí no es!!, recuento por si alguno se retrasa, Santa Cruz, espera que compro unos abanicos, vamos a comer, haz el favor de mirar bien el plano; las primeras chispas de la convivencia hacen piruetas en el aire, parece que dividen, pero al final no ganan.
Cena-celebración con mantel y servilleta planchada, las féminas en una esquina, los hombres en la otra banda; unas destapan el corazón, asoman las lágrimas, los hijos, las madres, la rutina se descalza; otros descorchan el vino, comen carcajadas, practican en la superficie aunque algún que otro dardo escapa. Y yo, me envuelvo en mi pañuelo color de la mar nublada, le suplico a la angustia que lo deje para mañana, que hoy tocaban sonrisas, recuerdos, armisticio y amigos bailando en el alma; nata en los postres, chocolate y piña, chin-chin con cava, recomponemos la pose y fotos sin mancha…mientras desenvolvemos los regalos que motivan la esperanza,(una camiseta personalizada, estampada con momentos compartidos y que cuenta los años que llevamos queriéndonos tanto) sorbemos café con suspiros, levantamos la sesión y en el aire se conjura por fin una sinfonía de abrazos.

lunes, 5 de octubre de 2009

jueves, 1 de octubre de 2009

deconstrucción

Todo había empezado con esa minúscula verruga que una mañana descubrió en la orilla de su párpado. A las dos semanas, su caída de ojos volvía a recuperar la irresistible voluptuosidad de antaño; luego las patas de gallo, el lunar de la mejilla derecha, colágeno en los pómulos, esa papada pertinaz, un leve estiramiento facial, dos tallas más de sujetador, una menos de pantalones, láser en los poros para sellar el asomo de elementos pilosos…
En menos de dos años, Rebeca había llevado a cabo una deconstrucción casi completa del cuerpo que los dioses y los genes, le dejaron como legado hacía 35 años, transformándolo en un mapa de efectos especiales.
Su vida se convirtió en una pasarela permanente, y con el tiempo adquirió la soltura de una experta en apariencias: la laca de sus uñas siempre a tono con su foulard, el color del mechero en sintonía con la funda de su móvil, los zapatos dentro de la misma gama que el bolso, pero nunca, nunca iguales. Ya no importaba quemarse los labios con la sopa porque habían perdido sensibilidad en la segunda inyección que los hinchó como un globo de feria; no llorar nunca, a fin de mantener elasticidad en las pestañas; sonreír a modo de mueca, por no crear surcos impertinentes. Así, emboscada en un glamour de física y química, desterró gestos y expresiones para seguir encumbrada en el pedestal de los tersos, con mirada lisa y conversación plana.
Los mareos llegaron al unísono con la primavera; al principio casi imperceptibles, pero continuaron y aumentaron hasta llegar a inquietarla; cuando aquella mañana no pudo alzarse sobre sus tacones porque toda la habitación se tambaleaba a su alrededor, decidió ir al hospital.
El ruido del scanner apagó la exclamación que tras el cristal profirió el médico:
En perfecto orden, y en el lugar que debía ocupar el cerebro, encontraron la colección completa primavera-verano de VOGUE.