lunes, 21 de febrero de 2011

البتراء al-Batrā´





Salimos del albergue temprano; un más que sencillo hostal con una decoración en evidente desencuentro entre el estilo árabe y el cutre-occidental con un nombre de cómico maridaje : Cleo Petra, al que habíamos llegado la noche anterior y en cuyo salón-recepción un televisor pasaba repetidamente las escenas de “Indiana Jones y la última cruzada” ; un todavía joven y gesticulante Harrison Ford, realizaba hazañas increíbles en un escenario que ya se dibujaba a escasa distancia . Qué lejos sin embargo, se nos aparecía esa pátina hollywoodiense siempre tan pendiente del maquillaje.
Decía pues, que salimos; Wadi Musa, había despertado hacía ya horas, tras el canto del almuecín, y la cotidianeidad de sus habitantes se acomodaba un día más a las invasiones bárbaras que enfilábamos el camino hacia la puerta de entrada; me sentí arrastrada por esa masa de visitantes que habían tenido la original idea de llegar el mismo día y a la misma hora… pero supe de inmediato que el lugar era lo importante.
El azar al que siempre quedo agradecida, sea cual sea el momento y el viaje, volvió a mostrarse generoso. Apenas habíamos iniciado el mágico recorrido por el desfiladero de el Sîq, cuando un silencio profundo y atávico descendió en picado por la angostura de las extrañas siluetas de arenisca. Callamos; ingentes cantidades de alegría desbordaron la geografía de mis surcos dactilares que rozaban la piel rugosa de sus formas voluptuosas, canalizaciones de agua, huellas de nabateos, de caravanas con aroma de incienso, cargadas de especias y de sedas exóticas…. Seguimos.
Me lo habían dicho muchas, muchas veces, pero mi pupila, estalló tras el visor de la cámara cuando un primer atisbo, me anunció la inminente llegada del arrebato que se me prendió en el alma.
El Tesoro, el mejor nombre imaginado, se revelaba imperturbable a los siglos y a las miradas, pareciera que recién esculpido por un orfebre y sin embargo tan estrepitosamente milenario.
Tres clics no, muchos más ejecutaron mis pestañas, bailando al ritmo de mi banda sonora interna, que compuso la melodía que aún hoy, tras tantos años, me acompaña.

Fotos: El Tesoro al final de El Sîq. PETRA. (Jordania)
Iliamehoy octubre de 2000

jueves, 10 de febrero de 2011

al otro lado de la cana


Siendo niña, cuando no contaba los días, ni los años, en mis sueños multicolor, imaginaba ser poseedora de extraños poderes ,que me permitían ser invisible… sin más; utilizaba tan magnífico don, para creerme distinta, libre para observar y actuar, espontánea, feliz, sin temor a ser juzgada.
Jugaba en el patio de mi vida inocente, a sentirme indiscutiblemente específica , creciendo, qué remedio, pero aún al compás de mis fantasías, obediente a tiempo completo, con algún que otro conato de pataleta rebelde que no dejaba de ser graciosa .
Despertaron puntualmente las hormonas, los granos, los motines internos y los sueños se pusieron a llorar, conmigo, contra mí, contra el mundo, contra un cuerpo en pleno desajuste de formas , en una caída sin fondo, exigiendo la invisibilidad como derecho fundamental , de los seres a los que una simple mirada directa, podía suponer la condena eterna.
Costó, pero también eso pasó. Parecía el momento ideal para reconstruir ideas, engendrar utopías e incluso para hacer planes. Era hora de mostrarse, salir a desfilar por la pasarela y pillar cualquier oportunidad, o algo que se le pareciera: trabajo estable, realización profesional, opción política, novio,( ¿o era marido?) los ahorros… Algo de eso hubo, o tal vez demasiado, porque el hastío asomó su hocico fétido y colgó el cartel de completo; volví a ser invisible, demasiados años, que ahora ya contaban como dardos envenenados en mi almanaque íntimo, mientras los números rojos brillaban como farolillos en mi particular balance de pérdidas y ganancias.
Y los sueños para después de la cena, ya en la cama, justo entre la lista de lo que toca mañana y qué será de mi vida.
Pero los tuve, si, algunos resistieron el embate y cristalicé su esencia para que adornaran el intersticio entre mi realidad y mis ganas; y desperté, aparentemente indemne tras la batalla, tuve constancia de mí, ví al destino presto a dibujar el perfil de mi espalda, observando el azul y la calma de un mar con reminiscencias helénicas, y quise ,desde lo más profundo libar poro a poro y despacio, la vida que aguardaba al otro lado de mis canas.