domingo, 20 de marzo de 2011

revuelo de velos


Bam caería, engullida por el terremoto, escasas dos semanas después de que aterrizáramos en Teherán. No llegué a verla; las prisas de ese viaje, no la incluían en el programa.
Ya en la cabina del avión, me cubro con el pañuelo, y abrocho mi abrigo largo y negro. Iniciamos un leve recorrido por una Persia uniformada, mate, negro sobre negro, de los velos, del petróleo, del caviar, una Persia fundamentalmente asfixiada, señalada como la enemiga preferida de un Occidente al otro extremo, expectante. Y me siento aunque no soy, una mujer diferente, estupefacta ante el vuelco inesperado de derechos y tratos en mi particular concepto de dignidad. Nunca antes me he sentido una turista tan accidental, luchando con mis prejuicios, muchos nutridos por tantos telediarios, acatando normas, privilegiada por extraña, porque mi sumisión terminaría al cabo de una semana;
Ellas, conforman un microcosmos tapado, rostros que solo son ojos, lenguas de velos negros que resbalan por las calles, ni una pierna con medias, las manos enguantadas, algunos flequillos se rebelan asomando bajo los mantos, pero se respira un aire denso, como si un dios vengativo espada en alto, oteara sin descanso para que su ley se cumpliera.
Y oculta ,paseo mi mirada, me siento minúscula ante la tumba de Darío, insignificante entre columnas y bajorrelieves en Persépolis, poeta de versos cuneiformes en el caravasar de Shiraz, princesa con mil velos entre los palacios que rodean la plaza de Ispahán, fascinada por ese derroche de historia, mosaicos maravillosos en las cúpulas…., y me oculto tras un velo prestado para entrar en las mezquitas, algo parecido en los bares, donde también tengo acceso incluso por la misma puerta que ellos, aunque en alguno, nos releguen al rincón tras la cortina, amables pero marginando.
En algún reducto solo para turistas, mi melena respira libre de la mordaza y ceno casi como en casa; unas horas de albedrío para reconocerme, y vuelta a la cortina que me excluye, en un mundo que no puedo entender, que piso pero no vivo, que me divide, contradictoria entre el respeto y el desconcierto.
Y se ha hecho corto, apenas si hemos rozado la coraza de esta tierra antigua, cuando me quito definitivamente el pañuelo, y vuelvo a interpretar mis gestos de mujer libertaria, a mis normas, a lo que tengo y lo que me falta, pero en algunas moléculas de mi memoria, permanece la sombra de un velo negro, largo.

Fotos: Persépolis, Irán. Noviembre 2003

17 comentarios:

virgi dijo...

¿Y dónde la piel y las uñas, aquel moño o los rizos? ¿Dónde un tobillo, el lóbulo sonrosado, la sinuosidad de las caderas?
Un velo que tapa la vida y no sabes si también la sangre y el pensamiento.

Es un verdadero placer leerte, querida Ilia, un abrazo.

TORO SALVAJE dijo...

Que horror.
Todas esas mujeres encarceladas de por vida.
No puedo aceptarlo.

Besos.

Isabel dijo...

Creo que vistar esa parte del mundo y ver de cerca todo lo que ahi debe impresionar bastante; es sin ir y ya es duro...

Besos

matrioska_verde dijo...

Sólo leerte y siento miedo. No me imagino experimentarlo; creo que nunca seré capaz de viajar a un país así. Me vería presa de la ansiedad, de una inseguridad más que justificada y no podría disfrutar del viaje. Eres una valiente.

Biquiños,

I. Robledo dijo...

Aqui, al menos, las mujeres hace decadas que se quitaron los escapularios... Recuerdo que en 1970 una mujer ni siquiera podia abrir una cuenta en una banco. No tenia capacidad de obrar. Aunque tuviera 50 años precisaba que el padre o el marido firmaran con ella...

Tampoco ha pasado tanto tiempo.

Un dia, a Dios gracias, decidisteis quitaros los escapularios...

De Iran, prefiero no hablar...

Un abrazo fuerte

Miguel Baquero dijo...

Parece mentira que la belleza y la sensualidad de los paisajes pueda convivir de esa manera con la barbarie más cerril y medieval

pepa mas gisbert dijo...

Es lamentable que todo lo hermoso que viste sea todo lo que ya pasó en tiempos lejanos, arte ascentral y antiguo, bello,y que hoy no pueda encontrarse la belleza de lo efímero, sino en alguna mirada, quizás alguna pequeñísima sonrisa.

Luis Cano Ruiz dijo...

Eso es lo que significaría al igualdad, no escribir en un papel jóvenes y jovenas o chichos y chicas.

Muchas gracias por estas miradas que nos acercas.

Cuídate.

Juanjo Montoliu dijo...

Me gusta ir a los sitios a comprobar lo que pasa. No termino de creer lo que me cuentan los periódicos.

Y del velo, lo único que me molesta es la falta de libertad para decidir si lo llevan o no.

¿Servirán estas revoluciones para eso?

Anónimo dijo...

No puedo añadir nada, solo compartir contigo palabra por palabra en cuando a esa rebelión interior por usar sus modos cuando estás allí y la incomprensión de ese acatamiento total de las mujeres, ¡siempre mujeres doblegadas ante sus propios hijos y padres!.
te sigo envidiando por el viaje por haber podido visitar la tumbra de Darío...
Un beso

Alex B dijo...

Te leo y me gusta leerte, pero no tengo palabras.Una sonrisa, siempre :)

Raúl dijo...

Una crónica tan personal como bien escrita. Encantadora, vamos.

Anónimo dijo...

Tu jornada de relato es como siempre: precisa y muy humana.
Saludos ili

pepa mas gisbert dijo...

Paso a saludarte.

Anónimo dijo...

¡Te echo de menos!
Un beso

virgi dijo...

¿Por dónde andas?
Te extraño, besitos, Ilia.

Anónimo dijo...

Donde estás Iliame???

(soy Reyes)