martes, 13 de enero de 2009

urbanidad para las niñas

De la limpieza.

La limpieza o aseo ¿forma parte de la Urbanidad o cortesía?
Si por cierto, y tanto, que una persona sucia, despeinada o con el vestido roto
o manchado, no puede presentarse en sociedad.

¿Qué debe hacer, pues, una niña?
Lavarse cara y manos todas las mañanas y entre día, siempre que de ello hubiese necesidad.

¿Qué más?
Peinarse, asimismo diariamente; cortarse las uñas y lavar de cuando en cuando todo el cuerpo, en particular los pies.

¿Depende de las niñas el llevar vestidos nuevos?
No tal, pero pueden cuidar los que tienen. No importa que un traje sea usado si se tiene cuidado de no mancharle ni romperle, cepillarle con frecuencia, quitar las manchas que por casualidad cayeren y coserle o remendarle cuando sea necesario.

¿Debe avergonzarse de llevar ropa usada?
De ningún modo, pero si de ir desaliñada y sucia. El aseo y la pulcritud embellecen a todos, pero especialmente a la mujer, la hacen agradable y simpática, y contribuyen a la conservación de la salud.

¿Sirve pues, un vestido cualquiera para presentarse en todas partes, con tal que esté limpio y sin rasgones?
Eso no; cada lugar, cada situación de la vida requiere el traje necesario, y quien prescinda de ello hará un papel ridículo en la sociedad.

¿Qué recurso le queda pues, a la niña o joven que no tenga medios para adquirir trajes adecuados para todo?
Cuando no sea posible presentarse en sociedad del modo que corresponde, vale más no asistir. Puede la persona invitada excusarse con atención y cortesía; alegando un pretexto para faltar a la reunión, fiesta o lo que fuere.

¿Qué advertencia general puede hacerse respecto a la ropa?
Que debe lavarse a menudo la que de ello sea susceptible, y la que no, cepillarla muy bien y exponerla al aire libre. De lo contrario, adquiere un “tufillo desagradable” que ya no es perceptible para el que lo lleva en sus vestidos, y que molesta a los demás.

¿No puede evitarse ese “tufillo” usando un perfume cualquiera?
No tal, porque se mezclan los olores sin que se neutralicen. Si el perfume es suave, no impide que se perciba el mal olor de la ropa sucia; y si es fuerte, incomoda a las personas delicadas. La mujer aseada, o no huele absolutamente a nada, o despide un aroma suave y tenue, lo cual es hasta distinguido y de buen tono.

URBANIDAD PARA LAS NIÑAS. Pilar Pascual de Sanjuán . Profesora de primera enseñanza superior, Regente de la escuela práctica agregada a la Normal de Barcelona, Socia honoraria de la Sociedad Barcelonesa de Amigos de la Instrucción y perteneciente a otras varias corporaciones literarias y filantrópicas. (1920)

1 comentario:

Raúl dijo...

Hay un libro maravilloso sobre estas curiosas cuestiones, del ya fallecido, y genial periodista Luis Carandel.
Un saludo.