jueves, 13 de agosto de 2009

soledades

Soledad no tiene vida, aunque ella no lo sepa. Vive proyectada en actitudes ajenas y busca la conversación de rellano en un desesperado intento por sentirse visible.
En su terraza desgasta afectos y frustraciones, derrochando en las macetas la energía que en otros tiempos derramaba en su familia.
Tiempos en que criticó por no mirarse, convivencias vecinales y relegó su retrato familiar a una experiencia extramuros creyendo que de esta forma ahuyentaría la tristeza.
Esculpió mil formas de vida envidiable y no reparó en el fondo que desatendido, empezó a agrietarse bajo el parquet del salón.
Vivió en un conjunto vacío arropada por el cargo vitalicio de esposa y madre para el que se creía predestinada y que desempeñaba con la frialdad y rectitud de una estratega experimentada.
No hubo tiempo para bailar al son de la ternura, antes sábanas limpias que juegos de cama; primero cambiar pañales, las caricias para más tarde….que hay que poner la mesa para los tres comensales.
Y ese terceto, en un otoño cualquiera se convirtió en dúo porque Celso se cansó de jugar a ser el malo. Calladamente y de noche, patentó la invisibilidad a que ella le relegó ya no importaba ni cómo ni cuando. El dúo duró otro rato, el justo para que Ignacio al cumplir los 23, se sacara las oposiciones de policía y volara con su nuevo uniforme a otro nido menos ingrato.
Pero ella siguió gastándose el carácter y los años en un folleto caducado que vendía ilusiones a plazos y garantías de plástico. Dejó que las apariencias le barrieran el derecho a una intimidad en la que nunca supo muy bien cómo manejarse.
Hace un mes que murió su gato, y su duelo, aunque sentido, vomita rabia acumulada por esos abandonos innombrables, que acuñó cuando creía que sus despechos eran pequeños actos de rebeldía, y sus agravios continuados las reglas de un futuro perfecto.
Pero hoy sabe más que nunca que ser una ya no le vale.

10 comentarios:

ybris dijo...

Precioso relato.
Soledad vive para los otros desde su invisibilidad.
Todos acaban yéndose.
"Pero ella siguió gastándose el carácter y los años en un folleto caducado que vendía ilusiones a plazos y garantías de plástico".
La soledad se masca.
Y sin embargo acaba sabiendo que
que ser una ya no le vale.

Besos.

Anónimo dijo...

Cuando el deber de no salirse del guion preestablecido puede al deseo de vivir.






John W.

Gárgola dijo...

Avui estic toveta... S'ha m'ha fet un nus en la gola. Pensar que esta es la historia de tantas mujeres y otros tantos hombres. El alejamiento como forma de comunicar y sobrevivir. 'Aguantar' como letanía vital, sin concesiones para el afecto.
¡Qué duro!
Lo transmites con pocas y precisas palabras.

Besos

matrioska_verde dijo...

es horrible vivir la vida de uno mismo a través de los demás y dejar que el tiempo se desgaste sin pena ni gloria... es tan triste!... y lo has dejado bien expresado.

biquiños,

Anónimo dijo...

La soledad es un traje que nuestro sastre hace a nuestra medida.

A veces tenemos los hilos, y no nos atrevemos a buscar la tijera.

Abrazos siempre,

pepa mas gisbert dijo...

Y es que vivir para los otros, paradojicamente por propio egoismo, hace que lo des todo y cuando llega el momento de que los otros no esten, no te queda nada y entonces el estar solo es estar solo de verdad.

Saludos, buen texto

Anónimo dijo...

qué triste , pero qué cierto.
Todos conocemos a alguien así.
Besos

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Tremendo, terrible, bello... Casi mejor ni lo pienso... O lo hago mañana...
Un beso

Antón Abad dijo...

Hay muchas "Soledades", que se debaten entre su concepción del deber y su necesidad gregaria como primates. Una mala gestión de estos términos, da con cualquiera acechando a los vecinos en el portal por un poco de charla; pero también la dan múltiples factores ajenos a la decisión de prioridades culturales y afectivas. Se puede llegar al mismo punto a través de diferentes caminos; una vez en él, cualquier actividad puede llenar el tiempo, pero no echarlo atrás, y la decadencia, se instala confortablemente para ser atendida con remedos de existencia.

Juanjo Montoliu dijo...

La historia de una entrega mal enseñada y mal comprendida. Un gran relato.